miércoles, 19 de junio de 2019

Películas, libros y series para el verano 2019

Películas, libros y series para el verano 2019





Brexit: The Uncivil War
Toby Haynes, 2019
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Una bandera y un cartel en un evento a favor del Brexit en Londres. DANIEL LEAL-OLIVAS/AFP/Getty Images
Son muchos los análisis sociológicos y políticos que se han leído desde 2016 a cerca de los factores que propiciaron la victoria del Leave en el referéndum sobre el Brexit. Las principales causasseñaladas: disparidades económicas, sociológicas y regionales, nostalgia imperial y xenofobia. Sin olvidarnos del papel de unas élites que han demostrado unas limitaciones considerables y un desempeño muy por debajo del nivel requerido para gobernar una de las naciones más importantes del planeta. Pero si hubiera que destacar una dimensión de análisis en todo el proceso del Brexit, ésta bien podría ser la sinergia perversa entre filibusterismo político, desinformación y mentiras –consustanciales, en distintos grados, a toda campaña política– con la capacidad técnica que han aportado los algoritmos y las redes sociales para aumentar su radioactividad social y política. Y es en este aspecto del Brexit en el que se centra el telefilm The Unicivil War, protagonizado por el actor británico Benedict Cumberbatch. Se muestra todo el proceso de análisis de redes y perfilado de votantes, así como el de producción y diseminación de falsedades desde el punto de vista de la campaña del Leave. Se muestran, sobre todo, las cloacas tecnológicas, aunque se incluyen referencias a las dinámicas visibles del, cada vez más grotesco, teatrino della politica: el papel, jugado, por ejemplo, por personajes como Michael Gove o Boris Johnson (estrella ascendente en la lucha por el futuro liderazgo tory). La decisión tomada por una (precaria) mayoría de votantes en aquel referéndum ha sido definida de muchas maneras: entre otras, como de tiro en el pie del pueblo británico. Dando esa imagen por buena, y siguiendo con las metáforas balísticas, podríamos decir que la campaña política y tecnológica que la alentó, y de la que se ocupa The Uncivil War, supuso un disparo en la línea de flotación de la propia democracia.

La democracia es un tranvía
Península, 2019
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Un tranvía en el distrito de Kadykoy, Estambul, Turquía. BULENT KILIC/AFP/Getty Images
El título de este libro se basa en una frase atribuida al Presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, en los inicios de su carrera política: “La democracia es un tranvía: cuando llegas a tu parada te bajas”. La evolución política de Turquía se ha convertido en una de las grandes decepciones para aquellos que confiaban en la prometedora capacidad del islamismo político para ofrecer un régimen democrático moderno. Uno de los principales responsables de esta decepción es su líder Erdoğan –primer ministro desde 2003 y presidente desde 2014–, el político que, según los autores, más poder ha logrado acumular desde Mustafá Kemal Atatürk, padre fundador de la República de Turquía en 1923. Un líder que, según Mourenza y Topper, polariza opiniones dentro del país: media Turquía lo odia y la otra media lo adora “sincera y fervientemente”. El libro está dedicado a contar la biografía personal y política de Erdogan, desde su nacimiento en un barrio de aluvión de la capital hasta su última victoria electoral. En paralelo, los periodistas –afincados desde hace años en Estambul– van explicando la reciente historia del país, indispensable para entender la significación de su líder, y las causas que han conducido a Turquía hasta el momento político actual (incluida la perversa relación de atracción y rechazo con la Unión Europea). Turquía, como tan bien describen los autores, es un país complejo, con un Ejército que acumula un inmenso poder en la sombra, varias facciones del islamismo compartiendo y enfrentándose por el poder –el caso de los gulenistas–, una guerrilla kurda aún activa y una minoritaria pero influyente intelligentsia progresista. Combinando una ágil narración histórica con páginas de reportaje, los autores logran un doble retrato: el de la sociedad turca y el de su líder desde hace más de 15 años. El libro se cierra con las elecciones de 2018, en las que Erdogan fue nombrado –de facto– “Imperator” del país. Los autores reconocen que la frase del Presidente turco sobre el tranvía y la democracia tal vez sea apócrifa, pero también dicen que con el paso del tiempo ha ido convirtiéndose casi en profética: y la parada en la que Erdogan, y con él Turquía, podrían finalmente apearse parece hoy más cercana que nunca.
Adenda: sobre los kurdos turcos –y también sobre los sirios, iraquíes e iraníes– acaban de publicar los periodistas David Meseguer y Karlos Zurutuza el libro Respirando fuego (Península, 2019), muy útil para entender la historia y la situación actual de uno de los pueblos –sin Estado– más relevantes para entender Oriente Medio.

Baron Noir
Dos temporadas
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Bandera en el Palacio del Elíseo, París, Francia. STEPHANE DE SAKUTIN/AFP/Getty Images
Aunque la primera temporada de esta serie política francesa se estrenó en 2016, no se ha internacionalizado hasta el año pasado cuando, tras la emisión de su segunda temporada, pasó a estar disponible en plataformas de digitales de varios países, incluida España. Se centra en la trayectoria política –y judicial– de Philippe Rickwaert, alcalde de Dunkerke, y uno de los barones regionales con más peso dentro del partido socialista francés. Sus tejemanejes políticos locales pronto amplían su esfera y le vemos convertido en pieza clave de la política nacional. Con el transcurso de los episodios, asistimos a campañas electorales, procesos judiciales de corrupción y cruentas guerras intrapartidistas. La serie gustará a quienes hayan disfrutado con House of Cards o Borgen, con el añadido de que Baron Noir amplía el foco, y aborda también el modo de hacer política en las regiones más alejadas del centro de poder de las capitales: una política a pie de urna, basada en transacciones dudosas (con sindicatos, con minorías, etcétera), y en ocasiones al límite de lo ético y lo legal. Una política que, con sus luces y sus muchas sombras, resulta clave para alcanzar y mantener el poder del Elíseo. Rickwaert representa algunos rasgos políticos más nobles –a su modo, se mantiene fiel a unos ideales de progreso social– pero para conseguir su realización se sirve de todo tipo de maniobras innobles. Ya ha comenzado el rodaje de la tercera temporada de la serie.

El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global
Mariana Mazzucato
Taurus, 2019
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El reflejo de un indicador de acciones en Tokio, Japón. TOSHIFUMI KITAMURA/AFP/Getty Images
En El Estado emprendedor(2013), el libro que la dio a conocer al público internacional, la economista de origen italiano Mariana Mazzucato se ocupaba de desmontar el mito de los empresarios y las grandes empresas como generadoras de un valor que sólo el libre mercado –y el talento de los empresarios– puede ofrecer a la sociedad. Tecnología sin la que no podríamos entender el mundo presente –Internet, el GPS, las pantallas táctiles, etcétera– se basan, recordaba la autora, en los adelantos logrados en laboratorios públicos y gracias las sinergias de sistemas de investigación estatales, más tarde explotados –y perfeccionados– por las empresas privadas. En El valor de las cosas su objeto de estudio deriva de aquella primera obra pero supone una reflexión más transversal acerca de uno de los fundamentos esenciales de la Economía: ¿qué crea valor y cómo se genera valor en la economía actual? ¿Confiando únicamente en los dictados de los mercados, nos está pasando como al cínico, que según Oscar Wilde, es aquel que conoce el precio de todo pero el valor de nada? Mazzucato se propone desmitificar el relato predominante actual en la economía que controla los resortes del poder. Un relato basado, señala, en una teoría subjetiva del valor, con un mercado (idealizado) que, eliminados los obstáculos pertinentes y dejando actuar incontroladas la oferta y la demanda, será capaz de generar beneficios para todos. Corolario político: el Estado ha de ser lo más pequeño posible porque su interferencia en la economía, sólo implicará una alteración de la mano invisibledel Mercado (con mayúsculas). La reflexión que propone Mazzucato ha tenido una concreción reciente en Nueva Zelanda, con su decisión de incluir en su cálculo del desarrollo otros aspectos más allá de las macromagnitudes económicas habituales: como la identidad cultural, el medio ambiente o el acceso a la vivienda.

La corresponsal
Matthew Heineman, 2019
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Un periodista turco protesta contra la muerte de los periodistas Remi Ochlik y Marie Colvin en Ankara. ADEM ALTAN/AFP/Getty Images
Nacida en Estados Unidos, la periodista Marie Colvin desarrolló la práctica totalidad de su carrera en el diario londinense The Sunday Times, para el que cubrió desde 1985 diversos conflictos en todo el planeta, principalmente en Oriente Medio, aunque también trabajó en otras zonas como África occidental, el Cáucaso o Asia. Sería precisamente en Sri Lanka, durante la guerra civil, cuando perdería un ojo en 1999. Su decisión de ponerse un parche negro para cubrirlo la convirtió en una de las periodistas de guerra más reconocibles para el público anglosajón. Tras la cobertura de las primaveras árabes, incluida la guerra en Libia, Colvin decidió a comienzos de 2012 que era la hora de enfrentar el reto de entrar en Siria para cubrir la guerra civil (e internacional) que estaba desangrando al país. Sus crónicas describiendo los ataques aéreos indiscriminados de tropas de Bachar al Assad contra la población civil del barrio de Baba Amr, en la ciudad de Homs, aparecieron en los principales canales de televisión ingleses y estadounidenses. Según un ex agente de inteligencia siria, la gran repercusión de esas informaciones motivó que el propio Al Assad diese la orden de bombardear la casa en el que Colvin, y otros periodistas pasaban la noche. Murieron Colvin y un periodista francés, y varios sirios que les ayudaban en la cobertura sufrieron heridas graves. En La coresponsal, la vida de Colvin –interpretada por la actriz Rosamund Pike– desfila en la pantalla mostrándonos sus momentos de plenitud personal y profesional, y sus momentos más oscuros, acorralada por el estrés postraumático y su adicción al alcohol. Un retrato bastante completo de una buena periodista. El visionado de la película puede completarse con el documental, emitido por la BBC hace unas semanas, centrado en los 10 días que Colvin pasó en Siria antes de su muerte.

Mundo Orwell. Manual de supervivencia para un mundo hiperconectado
Ángel Gómez de Ágreda
Ariel, 2019
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Una mujer utiliza un móvil junto a su portátil en Costa de Marfil. ISSOUF SANOGO/AFP/Getty Images
El autor se sirve de la obra 1984 de Georges Orwell para explicar los desafíos que enfrentamos como sociedad e individuos debido a la progresiva interconexión digital de la vida privada, social, económica y política. Usando las denominaciones dadas por Orwell a los diferentes ministerios de su distopía totalitaria –este año se cumplen 70 años de su publicación–, Ángel Gómez de Ágreda aborda los retos para la información, el ocio, la libertad, la paz mundial, la calidad de vida y la educación. El cambio de paradigma que ha supuesto Internet en todas esas dimensiones es ya constatable y, como advierte el autor, sirviéndose de una rica variedad de fuentes de información, es un proceso que, en muchos casos, apenas está en sus primeros capítulos. En el horizonte a medio plazo, por citar sólo algunos de los numerosos desafíos analizados por Gómez de Ágreda, se entrevé ya una automatización de millones de puestos de trabajo; la capacidad de actores no estatales para provocar graves disrupciones en el funcionamiento del Estado (caso reciente del ayuntamiento de Baltimore); y una inteligencia artificial que, cuanto más se perfecciona, más preocupación despierta en las esferas de la privacidad, la identidad o los sesgos de género y sociales. El libro es una obra de lectura amena que aborda casi todos los asuntos relacionados con este nuevo mundo interconectado y en mutación. Como todo buen manual de supervivencia, incluye al final de cada capítulo una serie de recomendaciones para gestionar los cambios y los riesgos. La inmensa mayoría de las instrucciones están, sin embargo, dirigidas a las personas individuales, incluso en el capítulo dedicado  la ciberdefensa (campo en el que Gómez de Ágreda ha trabajado tanto a escala nacional como de la OTAN). La obra habría ganado mucho en utilidad si, junto a esas –razonables– instrucciones destinadas a los lectores, hubiese también planteado medidas posibles a nivel colectivo. Como recuerda Evgeny Morozov, lo tecnológico es también –y cada vez más– un asunto político, y como tal debería abordarse, más allá de las medidas que cada uno debamos tomar en nuestra relación con la Red.

Intisar en el exilio
Pedro Riera, Sagar
Astiberri, 2019
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Una mujer yemení en una exposición de arte en contra de la guerra en Yemen. MOHAMMED HUWAIS/AFP/Getty Images
En su anterior novela gráfica, El coche de Intisar (2011), Pedro Riera nos contaba la vida de la joven enfermera Intisar en Saná, la capital de Yemen. Inspirándose en las historias de mujeres que conoció durante su estancia en el país, Riera componía el retrato de una joven de valores modernos enfrentada en su vida diaria a las restricciones sociales que segregan a las mujeres a un papel secundario dentro de la sociedad yemení. En Intisar en el exilio, nos encontramos a la protagonista en Jordania debido al aumento del radicalismo religioso, las guerras tribales y los ataques de aéreos de Arabia Saudí que terminan de llevar la guerra civil a otro nivel en Yemen. A diferencia del primer álbum que era en blanco y negro (dibujado por Nacho Casanova), este segundo (obra de Sagar) usa el color para reforzar el estado anímico y ambiental de la historia, predominando los tonos anaranjados y violetas. La narración de la historia desde el punto de vista de Intisar alterna las imágenes sobre la guerra –que le llegan a través de las noticias y de los testimonios de familiares y amigos–, con sus reflexiones personales sobre la vida que dejó atrás en su país y sobre la que lleva actualmente en Jordania. Al igual que su anterior obra, para componer este retrato de Intisar, Riera se ha basado en testimonios de diversas mujeres que conoció tanto en su estancia en Yemen como en su viaje a Jordania para conocer la situación de las exiliadas.

Un día más con vida
Raúl de la Fuente y Damian Nenow, 2018
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Edificio en la ciudad de Huambo que aún conserva los daños de la guerra en Angola. ALEXANDER JOE/AFP/Getty Images
Angola, 1975. Su capital, Luanda, está siendo abandonada por miles de colonos portugueses. En el país africano se libra una guerra entre el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), por una parte, y las fuerzas Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), apoyadas por la CIA con la intermediación de las tropas suráfricanas, que terminarán invadiendo el país. El conflicto en Vietnam ha terminado pero la Guerra Fría continúa. El reportero polaco Ryszard Kapuscinski está cubriéndolo para la Agencia de Noticias Polaca (PAP), con base en el hotel Tívoli luandés. Las informaciones que llegan del frente sur son confusas, así que el periodista se propone viajar hasta allí para comprobar sobre el terreno qué está sucediendo, y de paso conocer al general Farrusco, un ex militar portugués que se ha convertido en líder del MPLA. Kapuscinski contaría aquellas semanas pasadas en Angola en su libro más personal –de título homónimo al de esta película–, y según algunas personas que le conocieron, su preferido de entre toda su obra. Aquella experiencia le obligaría a cuestionarse algunos principios de la profesión: como cuando no hizo pública la primicia mundial de que Cuba estaba a punto de enviar tropas al país africano, en apoyo del MLPA (el biógrafo del reportero afirma, entre otras cosas, que llegó a usar un arma). El directorespañol Raúl de la Fuente y el animador polaco Damian Nenow se basan en el libro de Kapuscinski, combinando la animación con escenas de archivo y  entrevistas recientes a algunos de los personajes que aparecen en el libro, incluido el general Farrusco. El resultado es una película entretenida sobre la información, el compromiso político y las derrotas ideológicas de la Guerra Fría. El conflicto angoleño duraría hasta 2002.

La capital
Robert Menasse
Seix Barral, 2018
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Una calle de Bruselas, Bélgica. eon Neal/Getty Images
La vida de los euroburócratas de Bruselas no parece, a priori, un tema demasiado estimulante para dedicarle una novela. Pero el escritor austriaco Robert Menasse se ha atrevido, con relativa solvencia, a escribir un libro con cinco historias entrelazadas que logran mostrar muchos de los aspectos de la capital europea, incluido el funcionamiento de su entramado institucional, que conocemos gracias a las venturas y desventuras de algunos de sus protagonistas, euroburócratas como Martin Susman o Fenia Xenopoulou. En las páginas de la novela aparece un ex monje polaco convertido en asesino a sueldo; comprobamos el poder del lobby europeo porcino –la novela comienza con la imagen de un cerdo corriendo suelto por las calles de la capital–; hay periodistas; un comisario local que investiga un asesinato… Menasse, que vivió cuatro años en Bruselas, ha declarado que “quería contar cómo son las personas que trabajan allí. Hay de todo, desde los muy comprometidos hasta los cínicos y arribistas, pasando por los depresivos”. Su objetivo principal era ofrecer rostros visibles a esa abstracción que representa Bruselas para muchos. Aunque no exenta de críticas sobre el funcionamiento de las cosas, la novela podría calificarse de europeísta. Plantea al lector interesantes preguntas sobre el significado del proyecto europeo, el único, destaca Menasse, en el que los “funcionarios europeos son los primeros en la historia de la burocracia que no prestan juramento a un Estado ni a un gobernante, sino a una idea”.

Los osos que bailan. Historias reales de gente que añora vivir bajo la tiranía
Witold Szabłowski
Capitan Swing, 2019
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Un oso baila para una atracción turística en el centro de San Petesburgo, Rusia. AFP PHOTO / INTERPRESS
El periodista polaco Witold Szabłowski reúne en este libro crónicas sobre diversos países de la órbita exsoviética para mostrarnos cómo viven sus ciudadanos tras las caídas de las dictaduras. La primera parte del libro está dedicada a un programa de rescate de osos usados por los gitanos búlgaros para ganarse la vida haciéndoles bailar. Siguiendo a los distintos actores de este programa –gitanos, autoridades búlgaras, una ONG austriaca– Szabłowski logra ofrecer una alegoría sobre el cautiverio y la libertad rica en matices. En la segunda parte de la obra, las crónicas –más breves– nos llevan, entre otros destinos, a la Albania post Enver Hoxa y a la frontera entre Polonia y Ucrania transitada por contrabandistas de todo tipo de bienes. Visitamos el museo de Stalin en Georgia y recorremos un Kosovo estancado en un limbo legal. También aterrizamos en la Atenas de 2010, con las calles llenas de manifestantes y las negociaciones sobre las condiciones impuestas por la UE en el centro del debate. Incluso viajamos fuera de Europa para conocer la Cuba en los días finales de Fidel Castro, donde el periodista polaco hace de improvisado taxista, recopilando las historias de sus clientes, en una versión periodística y caribeña de la película Noche en la tierra, de Jim Jarmusch. El libro logra con creces compensar esa visión prejuiciada que, según explica Álvaro Corazón Rural en su prólogo, suele tenerse en la Europa occidental sobre la vida en los países comunistas durante las dictaduras a tenor de la ideología del comentarista: bien una especie de paraíso en la tierra, bien un absoluto infierno. Szabłowski juega, además, en las grandes ligas de otros periodistas polacos como Wojciech Jagielski, Jacek Hugo-Bader o el propio Kapuscinski.

lunes, 17 de junio de 2019

Guía para no perderse en el cine chino

Guía para no perderse en el cine chino



Historia del cine chino, de Ricard Planas, es un excelente libro introductorio que analiza la evolución de este arte y lo conecta con los cambios políticos y culturales que se dieron desde la convulsa China del siglo XX hasta la actualidad.

libroHistoria del cine chino
Ricard Planasn
Editorial Almuzara, 2019


Historia del cine chino, de Ricard Planas, podría parecer un libro o lista de recomendaciones más. Ya existen varios así. Con el mismo ánimo que un artículo viral, enumeran los cincuenta filmes “imprescindibles” o las cien películas “esenciales” que un espectador debe ver para entender la filmografía de tal país o los grandes éxitos de tal corriente. El libro de Planas sigue este formato pero expulsa elegantemente todos sus defectos.
El libro enumera cientos de películas ordenadas cronólogicamente, sí, pero cada una de ellas tiene un sentido y aporta un contexto. A partir de un film, Planas explica —mediante una escritura clara y concisa— la contracultura pekinesa de los 90, las luchas de poder durante el turbulento maoísmo o el glamour decadente del Shanghai de los 30. El cine sirve, por tanto, para entender los cambios políticos y sociales que se están dando cuando se ruedan y estrenan estas películas. Nos acercan a dinámicas culturales que se transforman más allá de la pantalla. Incluso para alguien a quien no le vaya demasiado el cine, el libro sería interesante.
Que Planas explique la realidad china a través de este arte no significa que reduzca el cine a una mera ventana mediante la que observar a la sociedad. El autor está lejos de esos críticos que solo interpretan el cine chino en base a si es “disidente” o no, o si muestra de manera “realista” la sociedad china de cierta época. ¿Acaso trataríamos una película de un autor europeo o estadounidense solo bajo estos dos puntos de vista? Historia del cine chino analiza las películas en relación con su contexto, sí, pero también como obras artísticas en sí mismas. Las técnicas cinematográficas usadas, la solidez de la trama, la calidad de los actores, la música o los sentimientos que busca despertar en nosotros. Son características profundas que van más allá del tópico sobre si tal film ha sido (o no) “prohibido en China”.
Planas también logra algo importante, que es insertar el cine chino en una tradición, que es más lejana, plural y potente de lo que creemos. El autor desmonta dos tópicos. Primero, que todo el cine chino se parezca al de Zhang Yimou, al de Chen Kaige o al de Jia Zhangke —por poner tres ejemplos de directores conocidos y alabados internacionalmente—. Planas no desmerece a ninguno de ellos, pero amplía el foco para mostrar que hay muchos más directores chinos de alta calidad y que pueden estar rodando con estilos e intenciones muy distintas a las de estos tres. Tanto en el cine más independiente como en el más comercial tienen material de alta calidad.
El segundo tópico que desmonta Planas es que el buen cine chino haya empezado en los 80 y 90, es decir, cuando tuvo más difusión internacional. El autor recupera la tradición del cine cosmopolita de Shanghái de los 30, el de dura crítica posterior a la Segunda Guerra Mundial, o el de la variedad más propagandística —o también la más crítica— que se dio durante el maoísmo. Una serie de obras que son recuperadas por su calidad y que nos sirven para entender que el cine chino actual no ha nacido de la nada. El libro, eso sí, excluye el mundo cinematográfico de Hong Kong y Taiwán. Es lógico: eso daría para dos libros más.
El primer capítulo está dedicado a la etapa desde 1911, la fundación de la República de China, hasta 1937, la invasión japonesa del país. El gran tema que recorrerá los filmes de esta época es la confrontación entre la modernidad de ciudades como Shanghái y el mundo del campo tradicional. Shanghái, concretamente, será mostrada como una ciudad en donde la perversión y el capitalismo florecen, en contraste con un campo puro y confuciano. Pero, precisamente, en esta ciudad es donde se encuentran los grandes estudios del cine chino y también su público urbano, que acude de forma asidua al cine pero también a los cabarets, al club de jazz o a las salas de baile. Un mundo popular que creará un star-system en el que actrices como Ruan Lingyu (destacada en su papel en The Goddess, dirigida por Wu Yonggang) son muy famosas entre los habitantes de la ciudad. La misma Ruan, cuando se suicidó a los 24 años, atrajo un impresionante cortejo fúnebre de cien mil personas.
En esta época del cine mudo de Shanghái predominan las historias de la dura vida en la ciudad. La figura de la prostituta o la de los jóvenes pobres que buscan labrarse un futuro son recurrentes (en Street Angel de Yuan Muzhi o Crossroads de Shen Xiling, por ejemplo). Que en el cine se represente solamente “la realidad” es, en parte, cosa de las autoridades: en 1931, el Gobierno prohibió las películas fantásticas y de artes marciales del popular género wuxia, por considerarlas feudales, supersticiosas y eróticas, opuestas al camino modernizador, racional y científico que el nacionalismo chino quiere seguir. Como puede verse, la censura no empieza en la época de Mao.
El segundo capítulo está dedicado al período que va desde la ocupación japonesa hasta 1949, cuando los comunistas llegan al poder y se instaura la República Popular. Con la invasión japonesa, parte del sistema cinematográfico se marchará al exilio, mientras que otros seguirán trabajando bajo la ocupación de Shanghái. La propaganda japonesa intentará mostrar su superioridad rodando filmes simbólicos en los que hermosos oficiales japoneses seducen a jóvenes chinas. Pasada la Segunda Guerra Mundial, el estado de ánimo general en Shanghái es más desencantado y cínico, diferente al optimismo modernizador y cosmopolita de los 30. Algunas obras intentarán recuperar la nostalgia de esos tiempos, de una cierta clase media-alta abierta al mundo, como las guionizadas por la famosa escritora Eileen Chang (Long Live the Missus, de Sang Hu). Pero la tendencia es más bien la contraria, crítica y agresiva. La denuncia de la situación y del modelo imperante proliferan en estas películas. Existe una sensación tambaleante en el país.
Con la llegada de Mao al poder en 1949 se abre el tercer capítulo. Ahora la crítica se transformará en fervor revolucionario. El arte se deberá guiar por las tesisque Mao formuló en Yan’an, enfocando la producción hacia el campesinado, en contraposición al público urbano del cine anterior. Será un “realismo socialista como ética y estética”, en el que la lucha de clases será la motivación de los personajes —principalmente campesinos, obreros o soldados—. La introspección o los sentimientos son una losa burguesa. Pero eso no significa que el cine de la época sea homogéneo o aburrido.
Precisamente, como apunta Planas, la competición con otros filmes de alta calidad que venían de países como la URSS, India, Rumanía o Albania, hicieron que el cine chino socialista se tuviera que poner las pilas para atraer la atención del público. Una de las maneras será integrar la ópera tradicional con el cine. El motivo es claro: antes de la época maoísta, la mayoría de campesinos nunca habían visto una pantalla. El medio y código al que estaban acostumbrados era el teatro. Si el cine maoísta quiere llegar a todos, deberá crear un género mixto con el que los campesinos sientan cierta afinidad.
La censura y control no serán uniformes durante este período. Habrá etapas, como la posterior al desastre del Gran Salto Adelante, cuando Mao pierde poder frente a moderados como Deng Xiaoping o Liu Shaoqi, en las que se permitirán ciertas críticas y filmes de carácter humanista, como Early Spring in February, de Xie Tieli. Los géneros, durante la época de Mao, tampoco serán uniformes: existirán desde interesantes filmes bélicos como Reconnaisance Across the Yangtze de Tang Xiaodan o Red Detachment of Women de Xie Jin, hasta un “cine de deportes” que exaltará la forma física en oposición al estereotipo del asiático débil (Woman Basketball Player N. 5, de Xie Jin), pasando por thrillers dirigidos por antiguos espías (Eternal Wave, de Wang Ping) o filmes que muestran —y exotizan— la vida de las minorías del país (Five Golden Flowers, de Wang Jiayi).
La Revolución Cultural será uno de los hechos que más golpeará el sistema cinematográfico chino. Multitud de actores y directores serán apaleados, torturados o asesinados durante esta etapa. Una de las ejecutoras de esta cruel campaña será Jiang Qing, cuarta esposa de Mao y siniestra exactriz que no triunfó en la época dorada de Shanghái. Durante estos años, enfocará su furia contra sus antiguos compañeros del mundo del espectáculo.
 La etapa que se abrirá con la muerte de Mao es la más importante en cuanto a producción de cine chino y la que alcanzará más reconocimiento internacional. Historia del cine chino analiza, lógicamente, a grandes directores que han aparecido desde entonces, como Jia Zhangke, Zhang Yimou, Chen Kaige, Tian Zhuangzhuang o Jiang Wen. Pero Planas también da espacio a géneros, propuestas y temáticas diferentes a las que más han calado en Occidente. Es interesante, por ejemplo, todo el mundo underground —performances, bandas de rock— que se formará en Pekín antes y después de la represión de Tiananmén, y cómo este hecho afectará a los ánimos de los intelectuales más rompedores del mundo del cine.
Será un momento, también, en el que el wuxia —el cine fantástico de artes marciales— vuelva a ser “legalizado”, después de su censura, que se inició en los 30 y continuó con Mao. El wuxia se convertirá, en parte, en un orgullo patrio mediante el cual el nacionalismo chino querrá mostrar la superioridad de su tradición, en combate contra los extranjeros. Pero aparte de este popular género florecerán multitud de propuestas: desde películas que miran de tú a tú a las minorías del país (como Mountain Patrol, de Lu Chuan), a polémicos filmes que tratan la homosexualidad, la violencia y el poder (East Palace, West Palace de Zhang Yuan), a perspectivas complejas y humanistas sobre las guerras que ha vivido China (City of Life and Death, de Lu Chuan), o documentales que muestran a los dejados atrás por el capitalismo y la modernización del país (West of the Tracks, de Wang Bing).
Si una cosa nos muestra el libro de Planas es lo poco que conocemos el cine chino. Su buena introducción, por suerte, nos incita y nos da herramientas rigurosas para que podamos adentrarnos en este mundo fascinante.