En esta entrevista, Mariela Scafati, serigrafista queer, pintora y docente argentina, nos adelanta cómo será su participación en la 11ª Bienal de Berlín, que abre este 5 de septiembre. Allí presentará La movilización, su instalación más grande realizada hasta ahora, una obra que opera a modo de disparador para profundizar en debates sociales históricos, como el feminismo y las estructuras culturales.
Las pinturas abstractas de Scafati subvierten las expectativas tradicionales del medio. Muchas veces aparecen sin enmarcar, rodeadas de ropa que cuelga, muebles, sogas. La artista está inmersa en la teoría del color, la historia del modernismo y el activismo. Es una de las cinco finalistas del primer Premio Julius Baer a las Artistas Latinoamericanas, organizado en colaboración con el Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAMBO.
Perfeccionista, sensible, solidaria, con una personalidad inseparable de su obra, Mariela Scafati se constituye como una agente de cambio cultural en la escena artística contemporánea. 
Mariela Scafati, Proceso de la obra La Movilización, 2020. Foto cortesía de la artista
Mariela Scafati, collage preparatorio para La Movilización. Cortesía: Mariela Scafati; Galería Isla Flotante, Buenos Aires
Pía Dalesson¿Qué nos podés adelantar acerca de la obra que vas a presentar en la Bienal en septiembre?
Mariela Scafati: Yo estaba a principio de año en una feria y me preguntaban cómo andaba… y yo estaba atravesada por el trabajo de la Bienal! Vengo trabajando desde septiembre-octubre del año pasado junto a Agustín Perez Rubio (curador español quien fue director del MALBA entre 2014 y 2018) y Renata Cervetto (curadora argentina). Y ahora también en diálogo con Todas “las curadoras” como se dicen elles.
La propuesta es un conjunto de obras que se llama La Movilización. Creo que es el más grande que hice. Son muchos canvas, muchas pinturas monocromas. Y tiene que ver con mis afectos, con las personas que he estado transitando, colectivos de intercambios, de alianzas, amores, relaciones personales, amistades, cercanías. Vínculos míos desde que llegué a Buenos Aires hasta ahora. (La artista estudió en Bahía Blanca y vivió en Punta Alta, sur de la provincia de Buenos Aires).
Curiosamente, venía pensando en la necesidad de detenerme activamente, pensamientos acerca de la quietud. Ya lo venía trabajando desde el 2015, cuando hice la primera muestra con Isla Flotante, Las cosas amantes, donde empecé a atar las pinturas, a restringir los movimientos de esas pinturas que eran cuerpos, para mí, en un momento muy intenso políticamente. A la par de esa intensidad en la calle mi trabajo en el taller iba por otro lado; me preguntaba sobre qué puede generar la quietud. La atadura en ese momento fue una manera de lograr un sostén.
Fui encontrando otras herramientas. Hay un movimiento interno -en este caso la movilización es interna-, y eso para mí es un hallazgo.
Esta Bienal me tocó en un momento muy especial, porque estos cuerpos son muchas de las personas que no estoy viendo ahora, y a la vez me estuvieron acompañando en este tiempo a través de los colores.
Los meses antes de cuarentena el diálogo era a través de la obra. Un diálogo a partir del cuerpo y de su propio color: me pasaban medidas de las partes de sus cuerpos para poderlas traducir a estas pinturas. Luego, estando en cuarentena, cuando deciden seguir adelante con la Bienal, esa obra inicial que estaba en proceso… sentí muy fuerte la necesidad de cambiarla. En Berlín se va a ver esa transformación. De todas maneras, la llamo La movilización.
El primer trabajo implicó mucho esfuerzo, y de repente decir “va a ser otra cosa”, fue una tarea compleja. Fue activar otros modos de comunicación. Ahí empezamos a estar más en diálogo todas las curadoras, además de con Agustín y Renata, con María Berríos (Chile) y Lisette Lagnado (Brasil). No todas me conocían en persona. Ahora, por ejemplo, están organizando mi participación a la distancia con colectivos de Brasil en un programa de charlas que va a haber en octubre. Para mí, es muy interesante lo que pasó a raíz de este cambio y de todo el diálogo que generó. Lo que más me importa es esa oportunidad de poder tener un intercambio, si no, ¿para qué una Bienal existe?
No tengo mucha experiencia en Bienales, las pocas que participé fueron la Bienal de Porto Alegre en 2019, con una curaduría muy excepcional porque eran artistas que curaban los espacios. El sector donde yo estaba estaba curado por Mario Navarro, artista chileno. La otra Bienal en la que participé fue como integrante de La brigada internacional argentina por Dilma, que fue una obra de Roberto Jacoby en la Bienal de São Paulo ese mismo año. Fueron momentos de mucho intercambio, pude viajar, conocer muchos artistas.
PD: ¿La obra está pensada para un espacio físico concreto?
MS: Sí, estará en el KW (KW Institute for Contemporary Art). Es mi segunda participación en esta ciudad; la primera fue la feria ABC, en el stand de Isla Flotante. Esta habría sido la primera vez en ir físicamente a Berlín a montar las obras. El lugar es increíble, es un centro cultural, tiene todo un camino apenas se llega… ahí se va a encontrar mi instalación, justo al entrar.
PD: ¿Cómo vas a hacer con el montaje a distancia?
MS: En febrero se trasladó la obra, por suerte. Quien me reemplaza en el montaje es Guillermina Mongan, artista y curadora, compañera de la vida y de dos colectivos, Cromoactivismo y Serigrafistas Queer.  Por supuesto, es uno de los cuerpos que también forman parte de La movilización. Cobra totalmente sentido para mí que ella sea la responsable del montaje, como que también esté presente Nicolás Cuello a través de un texto pensado especialmente para esta transformación de la obra.
Acción de Cromoactivismo (Marina De Caro, Victoria Musotto, Daiana Rose, Mariela Scafati y Guillermina Mongan). Cortesía: Revista 27 de octubre
PD: Me parece muy interesante que tu obra hable en este momento del cuerpo en un contexto de virtualidad constante. ¿Cómo te llevas vos con lo virtual? ¿Te agobia, te suma?
MS: Hago un ejercicio para ver qué parte de todo esto es algo positivo. Cansa… también implica un desafío de ver cómo se va distribuyendo el tiempo. Hay un equilibrio con la necesidad de conexión. A mí lo que me pasó, y que agradezco un montón, es que empezamos a autoconovocarnos artistas visuales del país a través de las redes.
Nos dimos cuenta que estamos y seguimos sosteniendo una actividad audiovisual acompañando la máquina como si no estuviera pasando nada, y sentimos que se estaba dando por entendido que nosotres tenemos una vida resuelta y tenemos que estar bien y sostener. Un contraste muy grande entre nuestras vidas y lo que se estaba exigiendo como trabajadores, siendo un sector que no siempre nos reconocemos como trabajadores de las artes visuales.
Empezó a haber mucho debate en las redes, inicialmente por una necesidad de poder acceder a los talleres, y los debates se concretaron en encuentro virtual y bajo acuerdo que era urgente organizarnos. Hablo de la red AVAA (Artistas Visuales Autoconvocades).
Estamos pensando en ese mundo que deseamos. Se activaron todos los grupos de artistas de distintas provincias de Argentina. Empecé a estar en contacto y conocer otres artistas, y eso abrió la posibilidad de hacer un autocenso dirigido a todos los que dependen de una economía que se desprende de las artes visuales. Y ahora dentro de muy poco va a empezar a funcionar un tarifario que no existía en Argentina, activado, en diálogo con los museos y todas las instituciones de las artes visuales. En Argentina, el 1° de mayo, se declaró la Emergencia Cultural. Muchos sectores van a tardar muchísimo en empezar a trabajar o recuperarse de sus deudas. Todo se tuvo que reformular. Una precariedad que problematiza la estructura en sí, el sistema en sí: qué es lo que están dando los Museos, qué es lo que debe hacer un Museo. Era algo que estaba muy pendiente y necesitaba tiempo para articularse. Este tiempo dio esa posibilidad. Se pudo avanzar en debates históricos que, si bien se vieron agravados con la pandemia, esta es la primera vez que pudimos encausarlos.
También junto a Marina de Caro, Adriana Bustos y Cecilia Garavaglia accionamos “Coleccionables de emergencia”, una acción de emergencia en donde somos un puente entre coleccionistas y organizaciones sociales. Se estableció un precio para las obras que donan les artistas, un precio por fuera del mercado y con el compromiso que lleva la obra de ‘no reventa’, compromiso del artista y del coleccionista.
Vista de la exposición «Extraterrestre», de Mariela Scafati, en Isla Flotante, Buenos Aires, 2019. Foto: Catalina Romero
Vista de la exposición «Extraterrestre», de Mariela Scafati, en Isla Flotante, Buenos Aires, 2019. Foto: Catalina Romero
PD: Fuiste nominada recientemente al Premio Julius Baer a las Artistas Latinoamericanas, ¿cómo tomaste esa noticia?
MS: Es una sorpresa muy grande y una alegría. Las cuatro artistas seleccionadas son artistas que admiro mucho. En un mes más o menos sabremos el resultado. La particularidad del premio es que primero tenemos que presentar un proyecto y luego se elige una ganadora que viajará a Colombia y expondrá en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO).
PD: ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Sos ordenada? He visto tu archivo con cantidades de pruebas de color en los tonos rosa rojo para tu obra Windows.
MS: Soy obsesiva, ¡pero después pasan cosas! Soy ordenada a mi manera. Me encanta hacer bocetos, ponerme a dibujar, pensar la obra a partir del dibujo, no hacer renders sino dibujar a mano alzada como la vieja escuela, con acuarela, lápiz acuarelable, y medir proporciones. Todo el cambio que hice para Berlín fue con un collage a escala.
(Mariela va y busca sus cuadernos en donde estuvo trabajando para la Bienal. Me muestra hojas y hojas de bocetos de multitud de colores y un collage final a escala en donde cada parte de cada cuerpo es un pequeño papel de color recortado y pegado.)
Cada uno responde a la medida de cada cuerpo… lo hice para confirmar que entraban en el espacio.
PD: ¿Música siempre atrás?
MS: ¡No, noticiero! ¡Soy un infierno! Ahora me está haciendo mal porque todo el tema es la pandemia y me angustia mucho, así que estoy más con podcasts, radio, charlas de todo tipo. O si no pongo una serie en español de fondo.
Mariela Scafati junto a Guillermina Mongan en la muestra “Las cosas amantes”, Isla Flotante, 2015. Cortesía: Mariela Scafati
Mariela Scafati, «Body”, en la muestra “Las cosas amantes” 2015, Isla Flotante. Cortesía de la artista
PD: Vos que venís trabajando con el feminismo hace muchos años, ¿cómo sentís que estamos hoy en día y cuál es el paso que sigue?
MS: Lo que te puedo decir es que hubo un shock entre estar todo el tiempo en la calle y de repente estar inhabilitadas y encerradas. Y, por otro lado, saber que la violencia de género y la violencia a las niñeces aumentó por el aislamiento. La violencia se potencia con el encierro. No poder acudir a las redes implica pensar en otras redes. Eso en lo personal, me ha llevado a otro tipo de vínculos con mis compañeras de la Asamblea Popular Feminista de mi barrio, con compañeres de Serigrafistas Queer, con el colectivo Ni una menos, etc. Ahí hay espacio de activación en aislamiento. En ese sentido, es una sorpresa lo que está apareciendo nuevo. Eso me pone super contenta y me está sosteniendo. Me interesa pensar en espacios comunes para que puedan convivir las ideas y las acciones, por ejemplo, entre los feminismos y nuestras preguntas acerca del medio ambiente.
Algo interesante que empecé a notar es que Artistas Visuales Autoconvocades se activó de manera rápida porque en cada provincia había grupos feministas que ya estaban trabajando en red, y ya estaban haciendo preguntas sobre el trabajo, sobre nuestros modos de vida explotados y naturalizados. Una pregunta sobre lo personal te lleva a lo colectivo y empieza a haber problemáticas en común. Eso en emergencia se activó muy rápido y fue gracias al feminismo, por fuera de las lógicas de una construcción política conocida. Es lógica más inesperada, más sensible, más fluida.
Otra cosa que me gustaría decir del feminismo y en relación al Premio que mencionamos previamente, es que fui seleccionada como un núcleo de Artistas Mujeres Latinoamericanas. Eso me pone contenta y estoy agradecida, porque lo veo también como una oportunidad de repensarnos desde nuestros propios espacios. Me interesa pensar todos los espacios del arte con una perspectiva feminista y considerar que no solo somos varones y mujeres en este mundo.
Pienso que si decimos ‘arte de mujeres’ estamos dejando por fuera a otras personas que no han tenido su lugar: lesbianas, trans, travestis, no binaries. Yo siento una responsabilidad. No sé cómo explicarlo de manera simple. Yo vengo de una trayectoria de experiencias vinculadas con el transfeminismo que fue siempre muy transversal, en alianza con compañeras, compañeres y compañeros. A la vez, agradezco la oportunidad de vivirlo así. En el marco de un Premio así, agradezco poder hablar de estos temas.
Mariela Scafati, “Ppink”, 2015. Colección Guggenheim Museum, Nueva York. Foto: Gustavo Lowry
PD: ¿Sentiste ese lugar de incomodidad ante la mirada del otro?
MS: Si yo te cuento las historias… son comunes a las que vivió cualquier persona, porque son cosas que están naturalizadas. Recién cuando pasa el tiempo te empezás a reconocer cómo viviste situaciones de violencia donde nadie reaccionó, ni una misma. Ahora en 2020, no es tan fácil dejarlas pasar. Si una no pudo darse cuenta, alguien de tu red sí, y se habla. Romper el silencio fue uno de los grandes logros.
Por ejemplo, algún profesor que se indigna si decís que sos feminista y al otro día te pone una performance de los años 60 que es una violación, y uno piensa que el profesor es un idiota, y después decís, ¿ese profesor hubiera hecho lo mismo con un varón? ¿Eso puede volver a pasar en el 2020? Eso no puede pasar y no va a pasar. Ahora tenemos palabra, y el coraje para decir. Esto que yo viví en 2010, que yo ya participaba de colectivos, así y todo me dejó muda, helada. Ahora yo siento que tengo herramientas. Ahora estamos como estudiantes en una clase, nos miramos y al toque con una mirada activamos colectivamente para alejarnos de esa situación y ver que eso no ocurra más. Inmediatamente se suma otra y nos vamos todas del aula, o le decimos algo al profesor. Al hablar hemos notado que no estábamos aisladas o locas. Eso es un deber de la comunidad, el no naturalizar la violencia machista.
PD: ¿Cómo se trataban estos temas en tu casa?
MS: Soy hija única y me han criado muy independiente. En mi familia está la contradicción “te extraño (viven en Punta Alta) pero te criamos independiente y nos la tenemos que bancar”. Mi mamá es feminista, sin saberlo, sin reconocerse.
PD: Es que creo que muchas veces los actos políticos son en lo cotidiano. Luego eso se traslada a lo colectivo, en algunos casos a la “política” propiamente dicha.
MS: La movilización nació de la necesidad de poder prevenir, poder visibilizar, de generar estrategias de todo tipo, un grito colectivo de “basta” de femicidios, travesticidios y transfeminicidios. La calle fue tomada por todas las historias de violencia que reconocimos de nuestras vidas, de amistades, de familiares. Eso que aprendimos de la calle vuelve a nuestras vidas y a esas nuevas vidas que estamos construyendo, en nuestras casas, nuestras redes, nuestros espacios de trabajo, nuestras escuelas, talleres, museos, editoriales, archivos. Este movimiento ha nacido de quienes estuvieron acalladxs por quienes ya no están.